Inmunodeficiencia Felina

La inmunodeficiencia felina es una enfermedad provocada por un virus que es específico de la especie felina y no representa riesgo para la salud de las personas. La principal vía de contagio son las mordeduras pero también se puede contagiar entre animales pacíficos que conviven largos períodos de tiempo. Se ha demostrado también la transmisión a la camada durante la gestación y la lactancia, aunque no es frecuente.

La enfermedad se puede desarrollar en tres fases: La fase aguda, la fase asintomática y la fase terminal.

  • La fase aguda puede durar de días a semanas y pueden padecer fiebre, depresión, disfunción digestiva y aumento de los ganglios linfáticos, siendo indetectable en algunos casos.
  • En la fase asintomática, que puede durar de 6 a 10 años, el gato no presenta sintomatología, pero sí es portador de la enfermedad y puede transmitirla.
  • En la fase terminal, el animal es más susceptible a padecer infecciones oportunistas, pérdida de peso, diarrea persistente, gingivitis, estomatitis, enfermedad respiratoria crónica, aumento de ganglios linfáticos, lesiones dérmicas y neoplasias como linfoma o leucemias.

El diagnóstico se puede realizar mediante serología en la propia clínica en cuestión de unos minutos, con técnicas como la inmunocromatografía o el ELISA. Hay que tener en cuenta que la seroconversión puede tardar entre 2 y 4 semanas tras la infección y podemos tener falsos negativos, por lo que se recomienda en animales que se recojan de la calle y sean negativos, repetir la prueba pasado un mes para confirmarlo.

En cuanto al tratamiento, está demostrada cierta eficacia del interferón-alfa en dosis reducidas puesto que es inmuestimulante, o el interferón omega recombinante de origen felino (Virbagen Omega), pero lo más importante es llevar un buen manejo. Es importante para prolongar la vida de un gato VIF positivo reducir el estrés (se pueden usar feromonas como el Feliway) y ofrecer una dieta de buena calidad. Es recomendable que viva dentro de la casa, limitar el acceso al exterior y sobretodo el contacto con otros gatos, y se aconseja la vacunación frente a otros patógenos y la esterilización, aunque estos animales tienen un mayor riesgo anestésico. Es importante llevar un buen seguimiento por el veterinario pues requieren tratamientos especiales frente a las enfermedades más comunes, realizar las desparasitaciones correctamente y se aconseja realizar analíticas periódicamente para monitorizar su estado de salud.

El pronóstico depende del estado del animal en el momento del diagnóstico. Aproximadamente la mitad de los gatos se mantienen asintomáticos hasta 4 o 6 años.

Actualmente no existe ninguna vacuna eficaz para este virus, y la única prevención es evitar el contacto con animales que puedan ser portadores de la enfermedad.

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